lunes, 15 de febrero de 2010

La crisis griega pone en evidencia la débil solidaridad europea

La turbulencia en materia de finanzas públicas sacude el sur de Europa y los mercados financieros obligan a los gobiernos del continente a asumir un enfoque único en lo que respecta al recorte del gasto y el aumento de la recaudación fiscal.

Grecia ha quedado en el ojo de la tormenta, y la creciente presión inversora para que se reduzcan los déficit del sector público ha desplazado las teorías económicas y el concepto de que la solidaridad europea es el principio rector detrás de las políticas financieras.

Grecia, España, Portugal e Irlanda adoptaron medidas de emergencia para convencer a los inversores de su seriedad a la hora de reducir el endeudamiento, porque temen la vergüenza de caer en el default o de tener que recurrir al Fondo Monetario Internacional.

La atmósfera difícilmente podría ser más diferente de la de hace un año. A principios de 2009, los políticos europeos convergían lentamente y aceptaban la idea de que los tiempos excepcionales justificaban el estímulo fiscal. Incluso en Berlín y Frankfurt, sede del Banco Central Europeo, donde lo habitual es pensar que la responsabilidad fiscal es lo mejor para conseguir confianza, se aceptó la urgente necesidad de evitar una depresión.

Ahora, los países del continente pueden dividirse en tres grupos: los que como Alemania prevén una rápida vuelta a la responsabilidad fiscal como una virtud económica que probablemente contribuya a la recuperación; los que como el Reino Unido y Francia quieren ser virtuosos pero no todavía, y se preocupan por la posibilidad de que recortar demasiado pronto los déficit obstaculice la recuperación, mientras a los países de la periferia de la eurozona no les quedan muchas opciones.

Aunque los dirigentes de la eurozona dijeron la semana pasada que no se permitirá que la crisis de Grecia amenace la estabilidad de la región, cualquier ayuda externa que se le ofrezca a Grecia seguramente estará sujeta a la condición de que ejerza un firme control sobre sus finanzas públicas. Otras naciones de la eurozona, como Portugal y España, que también han permitido que los déficit treparan en relación al Producto Bruto Interno, no han tenido otra opción que la de aplicar el hacha al gasto.

“Una vez que uno queda bajo el escrutinio de los mercados, se entra en esta especie de vigilancia extrema”, dijo Gilles Moec, economista de Deutsche Bank especializado en Europa.

Las encuestas sobre el estado de la economía europea que regularmente realiza el Financial Times muestran números extremadamente divergentes en los últimos meses. Las condiciones del “clima fiscal” también varían marcadamente, pero los que enfrentan los vientos más fuertes son, en general, los que tienen perspectivas de crecimiento económico más débiles y una posición débil en materia de déficit público y deuda. Aunque se espera que la eurozona, en su totalidad, tenga un crecimiento modesto este año, se ha pronosticado que la economía griega se contraerá, lo mismo que la de España.

Sin embargo, algunos temen que los mercados financieros estén empujando a los gobiernos a actuar con excesiva rapidez. Patrick Artus, economista jefe del banco francés Natixis, señaló que la “credibilidad fiscal” es importante, pero esperar que algunos países puedan volver en unos pocos años a un nivel de déficit que se ajuste al límite de la UE, de 3% del PBI, no es realista. “Sería mucho más sensato tener en cuenta un horizonte a más largo plazo”, agregó Artus.

Fuera de la eurozona, en el Reino Unido el endeudamiento ha alcanzado un récord histórico en tiempos de paz y existe un debate sobre la velocidad de la consolidación fiscal. El opositor Partido Conservador insiste en que se necesita una consolidación más rápida para hacer más sólida la confianza de los inversores, mientras el gobernante Partido Laborista advierte que reducir el déficit de presupuesto demasiado pronto, o demasiado velozmente, socavará el crecimiento. Pero es un debate falso, puesto que ninguno de los partidos ha informado ampliamente cómo planea cumplir con sus planes para reducir el endeudamiento, y el consenso que está surgiendo es que la velocidad de la reducción del déficit debería depender de la velocidad de la recuperación.

Robert Chote, director del Instituto para Estudios Fiscales, con sede en Londres, opinó que los funcionarios “pueden mantener mejor su credibilidad si en vez de insistir en que sus pronósticos resultarán correctos explican cómo responderán si las cosas terminan siendo diferentes”.

Las agencias calificadoras de crédito parecen dispuestas a esperar para decidir hasta después de las elecciones nacionales británicas que, según se espera, se realizarán en mayo.

En otras partes, la necesidad de construir defensas contra la tormenta son más urgentes. Tullio Jappelli, de la Universidad de Nápoles, señaló que las cifras del déficit sirven como guía para determinar que se avecinan problemas, pero el nivel de la deuda es un tema más importante. A medida que suben las tasas de interés los gobiernos enfrentan costos más altos para pagar el servicio de la deuda, lo que hace disminuir el crecimiento económico. Grecia es un caso puntual. “Pero países como Italia, que tienen una deuda muy alta aunque aparentemente tengan el déficit bajo control, también estarán en dificultades. Tendrán que incrementar los impuestos o cortar el gasto debido a la mayor carga de la deuda pública”, concluyó Jappelli.

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