domingo, 18 de julio de 2010

Reforma Financiera: Obama sonríe, pero ganan los bancos


“Bancos: 2, Obama: 0”. Los que saben de fútbol –y los que no pero opinan igual– señalan que el resultado más peligroso que puede darse en el juego es el 2 a 0. Desde una concepción filosófica, implica que el equipo que va ganando puede confiarse demasiado, y que el otro, el que pierde, tampoco está vencido del todo; que al final de cuentas, son sólo 2 goles lo que los separa del empate inicial, y que todo puede ser...

Si bien los consumidores financieros de los Estados Unidos eran, en la teoría y para los discursos, los “grandes beneficiados” de la flamante reforma financiera que amenazaba con ganarle por goleada a los “bad boys” de Wall Street, los ganadores absolutos, a no dudarlo, serán, por goleada, una vez más, los grandes bancos.

Con la sanción en el Congreso, y la fuerza que tiene toda flamante ley, el proyecto de reforma financiera es sólo una sombra de la que fue su intención inicial.

Suena paradójico, ya que los excesos de la banca fueron los que dieron origen a la crisis subprime. Y fue la crisis subprime la que, después de mucho sudor y lágrimas, dio origen a la reforma financiera. Sin embargo, y para destrabar un proceso que potenció el poder de lobby de los grandes grupos financieros de Wall Street y que llevó al propio Barack Obama al paroxismo, los negociadores demócratas se vieron obligados a excluir del proyecto final un impuesto a la banca con el que se esperaba recaudar unos u$s 19.000 millones de dólares anuales.

La mayor presión fiscal finalmente eliminada tenía, por objetivo final resarcir al ciudadano estadounidense promedio de todas las consecuencias nefastas que algunas prácticas bancarias ostentaron. Entre los candidatos a pagar este impuesto, figuraban las instituciones bancarias con activos superiores a los u$s 50.000 millones y también a los fondos de inversión no convencionales o fondos de riesgo que tuvieran en cartera más de u$s 10.000 millones.

Pero nada de esto tuvo lugar. A cambio del “perdón” que concedió Obama –para recibir hay que dar– las entidades se comprometieron a salir de su “siesta por conveniencia” y devolver el dinero que recibieron del gobierno estadounidense en lo peor de la crisis. La promesa exigirá un flujo de recursos desde el sector privado a la Casa Blanca de unos u$s 414.000 millones, que no son otra cosa que una parte del fondo de rescate financiero (TARP) de u$s 700.000 millones que instrumentó el gobierno tras el colapso de Lehman Brothers. Con ese dinero, Obama podrá decirle a los estadounidenses que el rescate estatal tuvo sentido.

Otra cosa que prometieron los bancos a fin de desterrar los temores sobre la posibilidad de que otra crisis haga su aparición, son más fondos para garantizar los depósitos. El Fondo de Garantía de Depósitos (FDIC) pasará a ser depositario de 1,35 dólares por cada 100 dólares ingresados.

Para los pequeños inversores, el cambio representará menos ventajas que para los grandes bancos. En este sentido, hay que destacar que el Banco Central de EE.UU. (la Reserva Federal) creará una nueva agencia para combatir las prácticas injustas cuando se trate de tarjetas de crédito y préstamos, una suerte de defensa del consumidor bancario.

Por otro lado, permitirá obtener gratuitamente el historial de crédito de cada consumidor, una especie de Veraz “free”, y por último (pero no menos importante), las entidades tendrán que verificar el salario y los bienes de una persona pidiendo un préstamo. Suena obvio, es así, pero para los estadounidenses esta será una de los grandes cambios, pues hasta antes de la crisis, el prestamista podía no verificar esa información y dar el crédito “por amor al crédito”. ¿Suena conocido?

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